El mercado es como un océano, sube y baja sin tener en cuenta lo que nosotros queramos. Nos alegramos cuando vamos largos y el precio explota en un rally y nos angustiamos si vamos cortos. Estos sentimientos no tienen nada que ver con el mercado, solo existen dentro de nosotros.
El mercado ni siquiera sabe que existimos. Le somos indiferente, tiene vida propia y no podemos hacer nada para influirlo. Solo podemos controlar nuestra reacción. Al mercado no le preocupa nuestro bienestar; pero tampoco quiere perjudicarnos.
Tenemos que centrarnos en lo que podemos controlar: un análisis exhaustivo sobre como se comporta el mercado y la posibilidad de entrar en un momento dado si nuestras herramientas de análisis nos indican que podemos tener una expectativa positiva de ganar. Cuanto más racional sea el planteamiento, más probable será que podamos controlar nuestras emociones. Cuando actuamos dominados por las emociones, no podemos concentrarnos en la realidad del mercado y nos vemos condicionados por nuestra propia expectativa.
Nunca podremos controlar el mercado pero sí podemos intentar autocontrolarnos.
Si nos vemos invadidos por la euforia o el miedo, no seremos capaces de operar correctamente. Si nos mostramos eufóricos, asumiremos riesgos excesivos abriendo operaciones irracionales. Si por el contrario el miedo nos paraliza, perderemos la determinación de entrar y se nos escaparán operaciones beneficiosas. El trader que se siente sobreexcitado cuando gana y deprimido cuando pierde no puede acumular capital porque está controlado por sus emociones.
El éxito en el trading dependerá de la gestión que hagamos de nuestros pensamientos y sensaciones.
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